La Larga Soledad (The Long Loneliness)

por Dorothy Day – 9 de febrero, 1952

(El siguiente es un extracto del nuevo libro de Dorothy Day)

Uno de los grandes teólogos protestantes alemanes dijo al final de la última guerra que lo que el mundo necesitaba era comunidad y liturgia.

El deseo por la liturgia, y supongo que quiso decir sacrificio, adoración, un sentido de reverencia, se está despertando en grandes masas de gente alrededor del mundo con los nuevos líderes revolucionarios. Un sentido de valor individual y dignidad es el primer resultado del llamado que se les ha hecho para dedicar sus capacidades físicas y espirituales en la lucha por una vida más en concordancia con la dignidad del hombre. Una podría casi afirmar que la necesidad de adoración crece en ellos con el sentido de reverencia, de modo que el triste resultado son pósters tamaño gigante de Lenin y Stalin, Tito y Mao. El dictador se vuelve divino.

Tuvimos un amigo loco una vez, un trabajador judío del lado este, que llevaba un rosario en su cuello y se nos acercó recitando los salmos en hebreo. Se quedaba con nosotros por semanas, aún en su locura, tenía la gentileza de San Francisco. Ayudó a Hergenhan en nuestro jardín en Staten Island, y le gustaba caminar descalzo. “Puedo sentir cosas creciendo”, decía. “Veo las pequeñas plantas y las levanto fuera de la tierra con el poder del amor en mis ojos.”

Se sentó a la mesa con nosotros una vez y sostuvo una pieza de pan negro de centeno que estaba comiendo. “Es el pan negro de los pobres. Es pan Judeo Ruso. Es la carne de Lenin. Lenin alcanzaba el pan a la gente y decía, ‘Este es mi cuerpo, partido por ustedes’. Entonces adoraron a Lenin. Él les trajo pan.”

No hay nada tibio en tal alabanza, nada templado. Es el grito de una gran hambruna. Una piensa en las palabras de Ezequiel, condenando a los pastores que no alimentaron sus ovejas. Sé que mi amiga Rayna de la universidad nunca escuchó la Palabra de Dios predicada y nunca conoció a un cristiano. El fracaso es nuestro, y de los pastores.

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Peter no estaba tan interesado en la mano de obra como lo estaba en el trabajo y comunidad. El sentía que siempre y cuando los hombres buscaran empleos y salarios, y aceptaran la cadena de montaje y las comodidades materiales que el sistema industrial trajo, ellos no pensarían en términos de comunidad, excepto por aquellos promovidos por los sindicatos. Ellos podrían reunirse en periodos de crisis, durante huelgas, pero ¿escucharían lo que dijo sobre la necesidad de propiedad y responsabilidad?

Cada charla de Peter sobre el orden social derivaba en la tierra. El habló siempre como un campesino, pero como uno práctico. El sabía las ansias del corazón humano por tener un pie en la tierra, por una casa propia, pero también sabía cuán imposible era obtenerlo fuera de una comunidad, a través de hombres agrupándose en granjas comunitarias para vivir hasta cierta medida en común, trabajando juntos, poseyendo maquinaria en conjunto, comenzando escuelas juntos.

Nos presentó para que tengamos en consideración las granjas colectivas en Palestina. Desde la muerte de Peter, el libro de Martin Buber, Paths in Utopia, ha dado cuenta de experimentos en Israel, y Thomas Sugure ha escrito un libro, Watch for the Morning, sobre estas grandes aventuras de construir un lugar en el desierto para gente desposeída. Claire Hutchet Bishop ha escrito acerca de comunidades en Europa en sus libros, France Alive y All Things Common, mostrando cómo los hombres pueden convertirse en dueños de los medios de producción y construir juntos una comunidad de trabajo. 

Pero estos trabajos no habían sido escritos cuando Peter comenzó a hablar, y él sabía que la gente no estaba lista para escuchar. Él era un profeta y conoció el destino común de los profetas. El trabajo de las cooperativas en Nueva Escocia atrajo la atención del mundo pero el padre Jimmy Tomkins dijo “La gente tiene que tocar fondo antes de tener la visión y la desesperada valentía de trabajar sobre estas líneas y superar su individualismo natural.”

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Comunidad- esa era la respuesta social a la larga soledad. Ese era uno de los atractivos de la vida religiosa y ¿por qué los laicos no podían ser parte de ella? No sólo la comunidad básica de la familia, pero también una comunidad de familias, con una combinación de propiedad privada y común. Eso podría ser una granja comunitaria, una continuación de la universidad agrícola de la que Peter habló como parte del programa por el que trabajaríamos. Peter tenía visión y todos nos encantábamos con estas ideas.

“Pero no un plan de 5 años,” decía. El no creía en programas o economías planificadas. Las cosas crecen orgánicamente.

Un cura párroco en Canadá, Padre John McGoey, tuvo una visión de comunidad de familias. Desde una parroquia pobre en Toronto, inspiró a un grupo de familias que estaban cesantes y viviendo de asistencias a agruparse y estudiar los problemas de regresar a los campos. Él les aseguró una extensión de terreno, obtuvo la cooperación de la oficina de asistencia de la ciudad y sacó a las familias de las barriadas. Se comenzó una escuela para los niños, un proyecto de tejido, jardines, crianza de animales pequeños, y las familias pudieron reponerse. Con el término de la depresión y el inicio de los preparativos para la guerra, algunos de ellos volvieron a las barriadas industriales otra vez.

Monseñor Luigi Ligutti, cabeza de la Conferencia Católica de Vida Rural, hizo lo mismo con un grupo de mineros desempleados en Iowa. Obtuvo terrenos y recursos del gobierno, y el asentamiento que estableció ha prosperado. En ambos casos la ayuda del gobierno fue necesaria. Peter no deseaba recurrir al gobierno para conseguir financiamiento. “Aquel que es pensionado del Estado, es un esclavo del Estado”, sentía. Ni el Padre McGoey ni Monseñor Ligutti se sentían esclavizados, pero admitían que hubo excesiva burocracia y muchos dolores de cabeza para conseguir la ayuda necesaria.

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El plan de Peter era que las agrupaciones pidieran prestado de cooperativas crediticias en las parroquias para iniciar lo que en un principio gustaba llamar universidades agrarias, donde el trabajador pudiera convertirse en académico y el académico en trabajador. O quería que la gente donara los terrenos y dinero. Siempre habló de dar. Aquellos que tenían tierras y herramientas debían dar. Aquellos que tenían capital debían dar. Aquellos que tenían oficio debían dar eso. “El amor es un intercambio de dones,” San Ignacio había dicho. Era en estas simples, prácticas y aterrizadas vías que la gente podía mostrar su amor por el otro. Si el amor no estaba ahí al principio, sino sólo la necesidad, dichos dones hacían crecer el amor. 

“Crear amor,” a Peter le gustaba reflexionar frases, y estudiarlas como si hubiesen sido recién descubiertas. (Honesto ante Dios fue el título de una de sus series de ensayos).

La particularidad de la frase “crear amor” ahora me golpea y recuerda ese aforismo de San Juan de la Cruz, “Donde no haya amor, pon amor y encontrarás amor.” He pensado sobre eso y lo he seguido tantas veces en estos dieciocho años de vida comunitaria.

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Peter daba mucha importancia al trabajo como requisito principal para un nuevo orden. “Trabajo, no salarios”, ese era un eslogan de la I.W.W y también de los comunistas, y a Peter le gustaba. Durante los días de la depresión, los comunistas y nuestros Catholic Workers frecuentemente coincidían en protestas en las calles. ¡ABAJO CON CHIANG KAI-SHEK! decía uno de los afiches, cuando se manifestaban en contra de las evicciones. TRABAJOS, NO SALARIOS era otro cartel de protesta, cuando lo que los comunistas demandaban era más asistencia, seguro de desempleo y todo beneficio adicional que pudieran obtener del estado. Encapsulado en esa estrecha y breve frase está toda la dinamita de la revolución. Los hombres querían trabajo más de lo que querían pan, y querían ser responsables por su trabajo, lo que significa propiedad.

Sé que como se lee, será cuestionado. “¿Esto es como la gente debería ser, pero lo son? Dales cheques de asistencia y se sentarán a hacer nada por el resto de sus días. Cuando tienen trabajos saben cuánto salirse con la suya trabajando lo menos posible por la paga más alta que puedan recibir.” Una escucha estas quejas de los sostenedores de hogares e incluso de los superiores de órdenes religiosas, que se quejan de que los postulantes entran sin los más mínimos conocimientos de cualquier habilidad que sería de ayuda para la orden. Y las jóvenes no saben cocinar o coser o mantener la casa. Con la falta de conocimiento sobre cómo trabajar se ha dado también un declive de la fuerza física.

Peter no era un soñador pero conocía a los hombres tal cual eran. Por eso es que hablaba tanto sobre la necesidad de una filosofía del trabajo. Una vez tuvieran eso, una vez que sus deseos hubiesen cambiado, media batalla estaba ganada. Hacer que el hombre desee la pobreza y el trabajo duro, ese era el problema. Se necesitaría el ejemplo y la gracia de Dios para lograrlo.

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El concepto de filosofía se ha agrupado en torno a un gran asunto hoy en día. John Cogley, quien anteriormente encabezó nuestra casa de hospitalidad en Chicago y es ahora uno de los editores de The Commonweal, nos contó acerca de uno de sus profesores en Friburgo que enseñaba sobre filosofía rusa. “En todas sus escuelas, ya sea leyes, medicina, arte, ingeniería o agricultura, el estudio de la filosofía es requisito,” dijo. Y aquello es correcto, porque en orden de alcanzar la integración, el hombre completo, debe haber una filosofía subyacente que dirija y preste sentido a su vida.

Durante la II Guerra Mundial, un comunista francés escribió un artículo re-publicado en New Masses que enfatizaba la necesidad de un comunista en la Sorbona o cualquier otra universidad para enseñar historia o ciencia desde un punto de vista comunista. El partido nunca desestima la importancia dominante de la filosofía.

La filosofía cristiana del trabajo de Peter era esto. Dios es nuestro creador. Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Por tanto somos creadores, Él nos dio el jardín para labrar y cultivar. Nos volvimos co-creadores con nuestros actos responsables, ya sea trayendo niños al mundo, o produciendo comida, muebles o ropa. La alegría de la creatividad debería ser nuestra.

Pero por el pecado original la maldición es tendida sobre nosotros para ganarnos el pan con el sudor de nuestras cejas, trabajando. San Pablo dijo que desde la caída, la naturaleza misma sufre y gime. Así, el hombre ha debido contentarse con una naturaleza caída en las bestias y en la tierra así como en sí mismo. Pero cuando se sobrepone a los obstáculos, vuelve a alcanzar el gozo de la creatividad. El trabajo no es entonces sólo sufrimiento y monotonía.

Todos nosotros sabemos estas cosas instintivamente, como Tom Sawyer cuyo ejemplo llevó a otros a envidiar su trabajo de blanqueador o el obrero, saludablemente exhausto, después de un día de arduo trabajo como Levin cosechando con los campesinos en Anna Karenina.

Los obreros, no los trabajadores de la línea de ensamblaje, conocen esta fatiga física pero no nerviosa, y el gozo del descanso después del trabajo. Peter nunca fue un obrero pero fue un trabajador no cualificado que supo cómo usar un hacha, una picota y pala, cómo romper rocas y reparar caminos.

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Peter y sus eslóganes! ¨Despidan a los jefes” queriendo decir “No llames a ningún hombre maestro porque todos son hermanos.” Significaba ¨Carguen los unos las cargas de los otros.”

“Come lo que cultivas y cultiva lo que comes”, significaba que comieras las cosas nativas al clima de Nueva York, como tomates, no naranjas; miel, no azúcar, etc. Solíamos molestarlo porque él bebía café, chocolate o té, pero “él comía lo que era puesto ante él.” Hubiese sido un joven esposo criando una familia y lo habría logrado sin té o café, tal como lo hizo un discípulo como Larry Heaney. Larry estaba a cargo de la Holy Family House (Casa Sagrada Familia) en Milwaukee hasta que se casó y fue capaz, junto con otra familia del Catholic Worker, de comprar una buena granja en Missouri.

A Peter le gustaba hablar sobre la jornada de cuatro horas. Cuatro horas para trabajar, cuatro horas para estudio y debate; pero no lo practicaba. Sabiendo que la gente podría no encajar en categorías claras, el aprovecharía cualquier tiempo con ellos para la discusión y adoctrinamiento.

Todos, por supuesto, deseaban adoctrinar. Tan pronto tenían un mensaje querían entregarlo. Ideas que irrumpían en ellos como un manto de luz hacían a los jóvenes querer salir y cambiar el mundo.

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Siempre tuvimos el conflicto entre trabajadores y académicos cuando los primeros acusaban a los últimos de hacerle el quite al trabajo. Un chiste se propagó por el país diciendo que la comunidad del Catholic Worker vivió a base de lechuga durante un brillante verano de discusión en Maryfarm cuando estudiantes de diez universidades del país llegaron de visita por largos periodos. Un joven político activo en la vida pública de Ohio pasó meses con Peter y luego regresó al Medio Oeste a enseñar, eventualmente dando inicio al Centro Cristo Rey para Hombres en Herman, Pennsylvania.

Granjas como las nuestras empezaron a esparcirse en el país. En Aptos, California, en Cape May, New Jersey, en Upton, Massachusetts, en Avon, Ohio, en South Lyon, Michigan- una docena brotaron como asociadas al Catholic Worker. Muchas otras consistían en matrimonios jóvenes intentando restaurar la idea de comunidad.

Algunas comenzaron y fueron abandonadas por el aislamiento, o falta de agua, falta de recursos, falta de gente que supiera cómo trabajar. Los hombres encontraron sentido a las ciudades y asistencias cuando se aventuraron a la tierra buscando trabajo manual. ¿Cómo trabajar en una industria sin comprometerse a sí mismo y aún así ganar el sustento para una familia?

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Notas:

1.  The Long Loneliness es la obra autobiográfica más conocida de Dorothy Day. Si bien sus otros libros no son estrictamente autobiográficos, contienen mucho de su conversión y experiencia personal en el movimiento del Catholic Worker; TLL en tanto, publicada en 1952, narra intencionalmente su vida desde una perspectiva personal.
2.  IWW: Industrial Workers of the World. Trabajadores Industriales del Mundo, sindicato seguidor de la teoría sindicalista revolucionaria, fundado en 1905 en Chicago EEUU.
3.   Dorothy Day utiliza aquí (y en muchos otros escritos) el concepto de adoctrinamiento. Posterior a las grandes guerras y el surgimiento de corrientes como el fascismo y comunismo se suele comprender el adoctrinamiento como aquel programa para “inculcar” ideas y creencias de un modo  persuasivo y autoritario. En este caso Dorothy utiliza el concepto de adoctrinamiento como sinónimo de enseñanza, transmisión de ideas y conocimiento sobre un tópico específico.
   

Gracias a Magdalena Muñoz por traducir este artículo al español.

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